Cuando me junto a comer con ellos, en las barandas de las escaleras de los entrepisos del hotel, intuyo que necesito un permiso para pasar por la colosal puerta de las máscaras y un látigo además, para atormentarme cada vez que me siento indestructible.
Igualmente sin meditarlo dos veces, me agacho y cierro un ojo, y acerco una ceja a la mirilla para observarte. Percibo a tus aliados en las esquinas del cuarto cargando demasiada arena en los bolsillos. Mientras todo lo que te rodea se proclama inmortal, proceden; despacio, levantando el polvo por debajo de los lavarropas, mientras yo, silbando una tonta sonata de cafetín, me encamino al cuarto oscuro de las escaleras.
Pienso demasiado. Cuando peco y trato de esconderme de pronto, puede que vista siempre la misma figura en tu remera que ya no me queda, y sepa, como se dibujan perfectamente, con pinceles de plomo, los besos impuros en manuales de las colecciones de biología molecular que venían de regalo en alguna revista especializada.
Y en mi, y por mi, todo es impuro hasta la médula de lo sobresaliente. Mientras libero las tachaduras de las cabañas que construyo imperfectamente con fósforos silenciosos al lado de una hornalla, y me seco la ropa, creo que me saldrán alas. Algún día. Pronto ¡Eso sucederá!. Sobre cada imaginario de las bocas perplejas que pierdo por mirar el hueco en la ventana de tus astros.
Quizás, pedirle a una misma ceremonia acostumbrada a ser como es, todo esto (o mayores petitorios sino), sea pedir demasiado. Y yo, si no fuese lo que soy, no me quedaría mirando el suelo con el Tomo Primero de la Física Quántica de las Cosas Inmateriales, porque sí: Cercado, por el tiempo verbal del miedo, en un corredor hacia el desgaste corrosivo.
¿Porque nada jamás podría venirme bien? –me preguntó a mi mismo. Mientras espero que alguien me obsequie un saco. Tendría que dejar de ordenar mi vida en el mismo capítulo circular, y peinarme con raya al costado. Pero si me baño haciendo de cuenta que no sucederá lo mismo de siempre, se paraliza mi cabeza con esta imagen que no existe.
Camino con los pies mojados por las alfombras de cada uno de los acueductos del sótano, mientras admiro mi propia vigilia frente a un espejo roto. Tu séquito, en tanto, hace sus trámites y yo entiendo como nunca, la manera de la pregunta sin respuesta. ¿Para qué querría yo un imperio de vidrio hecho saco?
Uno a veces, tiene la osadía de decirse muchas cosas al mismo tiempo sin saber nunca porque. Después igual, u olvida, o transforma en otras cosas similares a aquellas que nunca quiso escuchar. Uno, sin decir algo mayor “a lo mismo de siempre”, se habla como si fuese un ilustre general dando su discurso de despedida: Muy seriamente. “¿Edulcorante o Azúcar?” –preguntaría entonces el mozo en el palier a un visitante, mientras me dilucido sin asombro frente a mi ensalada. “Un poco de aerosol para el cutis, y crema para las manos” –te pediría yo. Pero nadie hace su labor a estas horas. Y menos aún, un tal Hermes detrás de su pirámide con sus inquisidores. Carajo. Anochece. Y abajo de las zanjas, ¡Vos me implorabas!. Para eso, nada más, y por otras cosas que no voy a decir nunca en público (o por escrito); es o será, que muy poco tiempo de vida nos queda.
Somos “el chiste del nada existe”, contado sin gracia, porque lo sé, (sé lo que existe en obra y gracia), y conozco aquello que es; como la palma de mi mano sobre el lavabo de tantas risas perversas que escupías en la sala de espera del Olimpo.
Visto lo cual, no me pertenece tu tramo que no transito, ni soy yo mismo en este instante, otra vez, entre pozos giratorios sin forma. No deberías encuadrarme por esto en un rombo como botón en los ascensores hecho número o dígito. Ya no necesito creer, en los rombos, ni en sus álter egos, ni en Cambises, ni en tus Padres; los tales, o los cuales, libran y guardan a su Dios sin honra, junto al Horóscopo del domingo para decirte: “Hija Mía: Tu Porvenir”.
Ojala, en la recepción, las cosas crecieran para adentro en vez de para arriba. Reposando en los recreos de la mente confundida, donde alguna vez, planeamos, el desfile de la culpa en un banquito de seda de cuerpo de codorniz idiota; ya no existo, y ya no soy. Y siempre hubo y habrá, otros en mi lugar.
Transpiro y me pongo realmente nervioso cuando sufro un corte en el dedo con un cuchillo a medio afilar, sin querer, rememoró ahora, en el trayecto hacía el cuarto de las máquinas, que prendí anteayer una bolsa entera de tabaco escocés en la terraza, para sentir el olor del fuego chamuscándose en la hiedra de los sabios doctorados en Connecticut; y así, tontamente, me acordé de vos. Cosas de genio. No fumo aunque a veces eso sea mentira. Observaba sin prestancia la sabiduría de los árboles, y de las especies a mi alrededor, en la distancia. Esperando tan solo que alguien comparta su almohada seca conmigo y me enseñe a usar una manta mullida en vez de un pantalón de plata como cobijo.
Necesito dejar de desmejorar. Por eso, ahora también hago fogatas con los boy scouts en el cuarto abandonado de mi hermana imaginaria y la engaño con todas en la brisa cuando la temperatura es algo baja y el tiempo se exhibe nublado. A paso de tortuga, voy desmembrado por las habitaciones del loto de pétalos arrugados, cargando moños de las sobras de los regalos que me diste, y trajes de sirviente en las escafandras del cuartito de la limpieza.
Mierda. ¿Pero que haría, con mi nombre en una piedra si alguien lo tomará entre sus manos tirando de la cadena y lo barriera? “Supongamos que nada; porque es mucho más fácil así; y quedémonos tranquilos”. Porque no puedo querer ser el nombre de algo que no es más que un significado en los libros que ya no me interesan. Estoy condenado a volver a equivocarme para siempre; para hacer así, todo de la mejor manera posible.
Por eso, por favor te lo pido desacorraladamente y con la más gélida de las ternuras. No trates de hacer de un puto momento de salón de peluquería, algo que te parezca que yo pueda llegar a considerar “evocativo”. Porque ahora, me afeito el bigote por mi cuenta . (Como siempre). De nuevo, sin habértelo dicho antes,
esto es el epíteto de lo increíble
ResponderEliminarme encanta y más allá también
eso es todo, ya te lo dije el otro día a lo demás
conito
waaau.
ResponderEliminarde nuevo, por si no quedó suficientemente claro: waaau.
caro