Risueñas, concordantes o/e ilógicas, letras por delante y por detrás; podrán con sus ojos apreciar, en este espacio compartido, que cedemos para su agrado, lectores. Invitándolos, por supuesto, a opinar y a catalogar incluso con sus apreciaciones, esta aventura de algunos pocos y poquitas, con muchísimas ganas de expresar todo lo que nos pasa, todos los días. ¡Bienvenidos!
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lunes, 28 de junio de 2010

Por tus ojos verdes

Ella caminaba sin rumbo. De entre sus piernas chorreaban gotas de sangre espesa que se le pegaban en las piernas. Miraba fijamente las baldosas, no sabía donde ir. Nunca nadie la había explocado qué hacer en estos casos.
Ezequiel era todo para ella. Incluso en ese momento, asustada y sin destino lo amaba, quería casarse de blanco y tener hijos con sus ojos. Esos ojos verdes que la habían cautivado desde el primer día en el colegio. Ella estaba en primer año, recién empezaba la secundaria, él ya tenía puesto su buzo de egresados gris y con los puños amarillos. Aprendió su nombre gracias a la parte de atrás del buzo.
Siempre tan tímida fue él quien primero se acercó.
-¿Tenés fuego?- le preguntó, sus rizos dorados meneándose con el viento.
-No fumo- contestó ella tímidamente.
- Entonces vení, probalo conmigo.
Consiguieron un encendedor de un quiosquero y hablaron de todo. A ella el cigarrillo le disgustó pero estaba dispuesta a todo por la aceptación de Ezequiel.
Al volver a casa no le comentó nadie sobre su nuevo amigo, era cinco años mayor y papá se hubiese puesto furioso.
Comenzó a mentir para poder verlo. Ezequiel nunca le presentaba a sus amigos, siempre se reunían en lugares alejados donde pudieran estar solos.
Un día Ezequiel organizó una cena muy romántica. Era un picnic bajo las estrellas. Ella moría de hambre y la emocionaba que Ezequiel se hubiese tomado tantas molestias para con ella.
-Antes de comer- dijo Ezequiel- quiero que nos regalemos mutuamente algo.
A ella le palpitaba el corazón de emoción, no podía pensar más que en que quizás Ezequiel quisiese finalmente que fuesen novios y la dejara de esconder.
Ezequiel muy dulcemente le colocó una venda sobre los ojos y le pidió que abriera la boca. A los pocos segundos ella estaba recibiendo el impacto de algo carnoso, cilíndrico, vivo, que salía y volvía a entrar en su boca, provocándole arcadas y lastimando su garganta y boca. Ella quería gritar y quejarse pero le era imposible.
Mientras Ezequiel seguía con su ritual le levantó la pollera nueva que había comprado esa tarde solo para él, le arrancó los botones de la camisa revelando sus pechos aún sin desarrollar y sacando su miembro de la boca de ella lo introdujo penetrándola una y otra vez con una fuerza que ella no podía creer que fuera posible.
Cuando Ezequiel terminó le dijo que si alguna vez contaba algo mataría a toda su familia.
Volvió caminando a su casa tratando de arreglarse lo mejor posible. El olor a sexo era inaguantle. Se limpió la sangre y el semen con el mantelcito que había llevado para el picnic y volvió cabizbaja a su casa después de horas de dar vueltas tratando de entender.
Lo odiaba y sin embargo lo seguía amando. Esos ojos verdes se iban a guardar en su memoria para siempre.